martes, 10 de diciembre de 2013

Sube y baja

Un trago amargo. Siempre nos lo llevamos en el momento que el agente del gobierno, digo, Rector Principal del CNE (que pareciera haber existido desde el principio de los tiempos), asegurando que ganó Venezuela, enmaraña un discurso para que sintamos el ya muy conocido “bajón electoral”.  Por más que se intente, al día siguiente de las elecciones, los venezolanos que estamos deseosos de un cambio, pretendemos irnos del país inmediatamente (luego de afirmar: “esto nunca va a cambiar”) y nos preparáramos para conversar, el 31 de diciembre, sobre la “Navidad más triste que hemos tenido”.  Esto nos ha permitido entender que: i) Cuando crees que vas a ganar, vuelves a perder; ii) que siempre pueden haber navidades “más tristes”; y iii) que hay algo en el país que no terminamos de entender.
Echarle la culpa al que no votó, es echársela a un ser desconocido ¿Cuántas personas conoces que no votaron? Si conoces, lo más seguro es que puedas contarlas con los dedos de las manos y te sobren. Esa gente que no votó puede dividirse en: i) el portugués, español e italiano que no saben que pueden votar; ii) los abuelos que ya no pueden ir a votar; iii) gente que murió que no se ha sacado del Registro Electoral; iv) alguien que está viviendo afuera del país (tendrá sus razones);  v) gente que cambian de centro electoral (de Baruta a Tucupita); vi) gente con otros problemas;  y en último lugar, vii) Los que se van a la playa, Margarita, duermen, hacen parrilla, son de Green Peace y los que viajan al extranjero (que son muy pocos, porque hace falta tener dinero y suerte para eso)
Ahora bien, resulta que hay un personaje que sí conocemos. Lo vemos todos los días de reojo, nos sorprende en ascensores, al mirar el retrovisor de nuestros carros, y por más que lo evitemos, nos lo encontramos en todos lados ¡Exactamente, nosotros mismos! Si nos sentamos a reflexionar, podemos darnos cuenta que algunos hemos dejado de hacer más por nuestro país. Creo que es bastante entendible que no todos estemos en un semáforo con un volante y una bandera, sería un caos.  Este país necesita gente que trabaje y logre mantenerlo lo mejor posible.  Sin embargo, en esa circunstancia ordinaria que nos corresponde a muchos, es posible hacer aún más. No hace falta ser un orador experimentado o un tipo extrovertido; la receta es simple: ser buen ciudadano, entender que somos parte de una sociedad y luego saber ser atento con los que nos rodean (todos). Resumiéndolo en dos ideas: i) Ser bueno; ii) querer el bien de los demás. Con esto haremos algo fundamental: dar ejemplo.
El problema de Venezuela no se resuelve buscando culpables. Claro que los hay. Todos sabemos quiénes son y hay que enfrentarlos. Eventualmente responderán por sus faltas. Se hará justicia.  El problema realmente se solucionará en la medida que logremos conectar con el venezolano y le manifestemos lo importante que es él. Que lo vale todo; principio y fin; protagonista de la historia.
Además de esto, todos (sí, todos) necesitamos educarnos como electores. Pareciera imposible educar a los elegidos, algunos jugarán sucio, te mentirán, te prometerán y, al final, pocos harán, por la razón que sea. Debemos saber que nuestro voto no es un clic en una pantallita, es un clic en la historia de un país. Esto llevará la contienda electoral más allá de la concepción “Caracas-Magallanes” del venezolano. Es vital entender que el país no es un juego de beisbol, y que no tenemos que ir “entubados”  a un equipo por tradición.  En un país, si los jugadores son “bates quebrados” ¡No pueden gobernar! Aunque sean simpáticos, canten reggaeton, animen en televisión, sean un mujerón o por que el contrincante nos cae peor ¿Pondrías a uno de ellos a batear en el noveno inning, con dos outs y hombre en tercera? Esa no puede ser la manera de elegir gobernantes. Esa es la manera de condenarnos a la mediocridad.
 
Salir a la calle es transitar por un país hecho pedazos. A veces no tenemos que salir; en nuestras casas ya se nota el deterioro. La Venezuela que necesitamos es una distinta. Seas amarillo, rojo, azul, morado o ecológico: date cuenta ¡Esto no va para ningún lado! Y que la juventud venezolana lo entienda: este país nos va a quedar a nosotros y a nuestros hijos. Por eso, si no somos nosotros ¿quiénes?  Si no es ahora ¿cuándo? ¡Levanten ese ánimo, claro que podemos! ¡El futuro nos pertenece!  ¡Venezuela es nuestra!
 

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